Se encuentran dos amigos y se saludan mutuamente:
¡Hola Pedro!
¡Que tal Cornelio!
Oye, dice Cornelio, sospecho que mi mujer me engaña.
¿Que te engaña, Cornelio?
Sí, porque ya no cumple sus deberes de esposa, ni siquiera sabe comprarme regalos de mi agrado.
Fíjate que la semana pasada, mientras yo trabajaba en el turno de la noche se le ocurre comprarme un par de zapatos de colores mezclados.
¿De colores mezclados?, pregunta Pedro.
Si, uno marrón y uno color negro, contesta Cornelio y añade, a propósito como los que llevas puestos tú pero a la inversa.
Cornelio se dispara una carcajada y exclama:
¡Por lo menos no soy el único!, dice Pedro un poco sudoroso: ¡Por eso somos amigos!