Un hombre de negocios haciendo las maletas para un viaje echa un vistazo a su maletín.
“¿Miel?”
“¿Sí, querido?”
“Cariño”, dice con leve exasperación, “¿por qué persistes en poner una mochila de goma en mi maletín cada vez que salgo de viaje?
Sabes que sólo tengo ojos para ti. Nunca te sería infiel”.
“Oh, lo sé, cariño, y confío en ti”, responde dulcemente,
“Es solo que, bueno, ya sabes, con todas esas enfermedades terribles que existen, me haría sentir mejor saber que si algo sucediera, tú Estaría protegido.
Así que, cariño, llévalo contigo, ¿no? ¿Para mi tranquilidad?
“Oh, está bien, si lo pones de esa manera”, cedió, “me lo llevaré”.
¡Pero por razones de seguridad, será mejor que me des más de uno!