Imagínatelo: Dublín, una noche oscura y tormentosa.
De repente, una planta química estalla en llamas.
La alarma de incendios resuena en las calles y los bomberos acuden al lugar
Pero el presidente de la planta tenía una petición especial: las fórmulas secretas encerradas en la cámara acorazada debían salvarse a toda costa.
Ofreció 50.000 euros a cualquier cuerpo de bomberos que pudiera sacarlas sanas y salvas.
A medida que el fuego crecía, se llamó a más bomberos y la oferta aumentó a 100.000 euros.
Pero las llamas eran demasiado violentas.
De repente, apareció un viejo y oxidado camión de bomberos de la brigada de voluntarios de un municipio rural, conducido por un grupo de veteranos bomberos de más de 65 años.
Pasaron por delante de los nuevos y elegantes vehículos y se lanzaron directamente contra el fuego.
Estos veteranos no tenían miedo y su valentía mereció la pena.
Salvaron las fórmulas secretas y extinguieron el infierno, dejando a los demás bomberos asombrados.
El presidente de la empresa química estaba tan agradecido que aumentó la recompensa a la friolera de 200.000 euros y dio las gracias personalmente a cada bombero.
Un periodista preguntó a Paddy, el jefe de bomberos de 70 años, qué pensaban hacer con todo ese dinero.
Paddy respondió secamente,
“Bueno, lo primero que vamos a hacer es arreglar los frenos de ese maldito camión de bomberos”.