Érase una vez un hombre pobre pero muy valiente llamado Alí.
Trabajó para Ammar, un viejo y rico comerciante.
Una noche de invierno, Ammar dijo:
“Nadie puede pasar una noche como ésta en la cima de la montaña sin una manta ni comida.
Pero necesitas dinero, y si logras conseguirlo recibirás una gran recompensa.
Si no lo haces, trabajarás treinta días sin paga”.
Ali respondió: “mañana haré esta prueba”.
Pero cuando salió de la tienda, vio que soplaba un viento realmente helado y se asustó, por lo que decidió preguntarle a su mejor amigo, Aydi, si era una locura aceptar esa apuesta.
Después de reflexionar un rato, Aydi respondió:
Te ayudaré
Mañana, cuando estés en la cima de la montaña, mira hacia adelante.
Estaré en la cima de la montaña junto a la tuya, donde pasaré toda la noche con una hoguera encendida para ti.
Miras el fuego y piensas en nuestra amistad: eso te mantendrá caliente.
Ya lo lograrás, y más adelante te pediré algo a cambio”.
Ali ganó la prueba, consiguió el dinero y fue a la casa de su amigo:
“Me dijiste que querías algún pago”.
Aydi respondió: “Sí, pero no es dinero”.
Prométeme que si en algún momento un viento frío pasa por mi vida, encenderás el fuego de la amistad en mí”.