Antonio consiguió un trabajo a tiempo parcial en la Oficina de Correos.
Estaba emocionado, porque había estado buscando empleo durante un tiempo, pero sin suerte.
No pasó mucho tiempo antes de que llegara su primer día, y se dirigió a la Oficina de Correos rebosante de confianza.
La primera tarea que le asignó su supervisor fue el trabajo de clasificar el correo.
Antonio separó las cartas tan rápido que sus movimientos fueron literalmente borrosos.
Su supervisor no entendió cómo era capaz de trabajar tan rápido, pero no lo cuestionó.
El supervisor se acercó a Antonio al final de su primer día.
“Solo quiero que sepas”, dijo el supervisor, “que estoy muy satisfecho con el trabajo que hiciste hoy. Eres uno de los trabajadores más rápidos que hemos tenido”.
“Gracias, señor”, dijo Antonio radiante, “y mañana intentaré hacerlo aún mejor”.
“¿Mejor?” el supervisor preguntó con asombro. “¿Cómo puedes hacerlo mejor de lo que hiciste hoy?”
Antonio respondió:
“Mañana leeré las direcciones de las cartas”.
