Dos mendigos viven en un bosque, cerca de una ciudad.
Naturalmente son enemigos, porque están en la misma profesión y en competencia.
Uno es ciego y el otro es cojo y siempre están peleando por sus clientes.
No sabes lo que dicen de ti los mendigos. Tienen sus clientes, tienen sus territorios.
Los mendigos están continuamente luchando, hay una gran lucha y competencia.
Y aquellos dos mendigos habían sido enemigos durante años, pero un día el bosque se incendió.
El ciego podía caminar y correr perfectamente, pero era peligroso.
No podía ver si iba en la dirección correcta, donde no había fuego, o si estaba corriendo a través del fuego hacia algo más.
El cojo no podía correr por sí solo.
Y el fuego se propagaba tan rápido y los vientos eran tan fuertes, pero él podía ver que todavía había una posibilidad de salir.
Había algunos lugares donde el fuego aún no había llegado, pero pronto llegaría.
Pronto, estarían cubiertos de fuego por todos lados, ambos olvidaron todo su antagonismo, su competencia.
No era momento de luchar, era momento de unirnos.
Y el ciego tomó sobre sus hombros al cojo, y se convirtieron en una sola personalidad.
Ahora tenían ojos y tenían piernas, ambos.
El cojo podía ver y dirigir hacia dónde debían correr, y rápido, y qué direcciones debían evitar.
Y el ciego tuvo fuerzas para correr, cargando sobre sus hombros al cojo.
Salieron del bosque ilesos.
Esta antigua historia trata sobre tu mente y tu corazón.
Tu corazón puede ver, pero no puede decir.
Tu mente puede decir, pero no puede ver.
Si eres capaz de acercar tu corazón y tu mente, tu amor y tu lógica, tu experiencia y tu expresión, quizás la mente también pueda decir algo significativo.
Puede que no esté completo, puede que no sea una expresión entera, pero puede ser una indicación en la dirección correcta.
Podría ser un dedo apuntando a la luna.
Quizás no sea la luna, pero puede indicar hacia la luna.