Dos monjas estaban comprando en una tienda de alimentos y pasaron por la sección de cerveza y licor.
Una le pregunta a la otra si quiere una cerveza.
La otra monja le respondió que estaría bien, pero que le daría reparo comprarlo.
La primera monja dijo que ella se encargaría y cogió un paquete de seis y lo llevó a la caja.
La cajera tenía una mirada de sorpresa y la primera monja dijo: “Esto es para lavarnos el cabello”.
El cajero, sin pestañear, metió la mano debajo del mostrador
y metió un paquete de palitos de pretzel en la bolsa con la cerveza diciendo: “Toma, no olvides los rulos”.