Los dos instaladores de moqueta han terminado por fin el gran salón.
Pero la nueva alfombra aún tiene una abolladura en el centro.
“Estos son mis cigarrillos”, dice un trabajador.
“Antes de volver a arrancarlo todo, los aplastaremos”.
Dicho y hecho. Entonces entra la señora de la casa.
“Les he hecho café. Y uno de ellos se ha dejado los cigarrillos en la cocina.
Por cierto, ¿han visto a nuestro hámster?”