Había una vez un grupo de amigos que se reunían todas las semanas para jugar póker. Un día, uno de los amigos propuso cambiar el lugar de la reunión y llevarla a su casa.
Cuando llegaron, se sorprendieron al ver que el amigo tenía un gran loro en una jaula en la sala de estar. El loro era increíblemente inteligente y repetía todo lo que decían los amigos.
Cuando empezaron a jugar, uno de los amigos perdió una mano y dijo: «¡Maldición, perdí!»
El loro inmediatamente respondió: «¡Maldición, perdí! ¡Maldición, perdí!»
Los amigos se rieron, pero continuaron jugando. Otra mano, otro amigo perdió y exclamó: «¡No puedo creer que perdí!»
De nuevo, el loro respondió: «¡No puedo creer que perdí! ¡No puedo creer que perdí!»
Los amigos estaban divirtiéndose con el loro, pero luego llegó el turno del dueño de casa y perdió una mano. Él se enfureció y gritó: «¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano!»
El loro respondió: «¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano! ¡Eso es un robo! ¡No puedes ganar con esa mano!»
Los amigos se rieron aún más, pero luego el dueño de casa tuvo una idea. Tomó al loro de la jaula y lo arrojó al congelador. Después de unos minutos, lo sacó y lo puso de nuevo en la jaula.
Cuando el loro volvió a repetir su frase, el dueño de casa le preguntó: «¿Y bien, aprendiste algo?»
El loro respondió: «Sí, aprendí algo nuevo. ¿Qué diablos hizo el pollo que estaba en el congelador?»