El niño se había pasado casi todo el viaje en autobús sorbiendo las narices, por el catarrazo que se traía.
La señora sentada junto a él le pregunta:
“Niño, ¿no tienes un pañuelo?”
“Sí señora,” contesta el pequeño, “pero mi mamá me ha dicho que no se lo preste a desconocidos…”