Era un joven cura que le tocó destinado a un pequeño pueblo. Como joven que era venía cargado de fuerza y de ideales.
Le tocó ir a ver al diácono del pueblo vecino y para su sorpresa tenía un joven criada a su cargo, la cual por qué no decirlo,
estaba de muy buen ver. Le preguntó:
-¿ Y Don Antón, usted y la chica se comportan correctamente?
Por supuesto, es una buena cristiana.
El joven cura se fue, y de allí a unos días dijo la criada:
Don Antón, no encuentro el calentador, parece que desapareció justo cuando la visita del joven cura.
Don Antón llamó por teléfono:
Mira Antoñito, yo no insinúo que tu te lo llevaras pero nos ocurre esto con el calentador.
Querido Don Antón, yo no insinúo que usted haga nada con la criada,
pero si durmiera en su cama alguna vez, seguro que hubiera encontrado el calentador.