Un niño le estaba enseñando aritmética a una niña y dijo que esa era su misión.
La besó una vez, la besó dos veces y dijo: “Eso sí que es suma”.
Con silenciosa satisfacción, ella devolvió dulcemente los besos y dijo: “Eso sí que es resta”.
Luego él la besó, ella lo besó, sin explicación alguna.
Y ambos juntos sonrieron y dijeron: “Eso es multiplicación”.
Entonces su padre apareció en escena y tomó una decisión rápida.
Le dio una patada a ese niño a tres cuadras de distancia y dijo: “¡Eso es división larga!”