Una abuela estaba limpiando su ático con su gato a su lado para hacerle compañía.
Entre las cajas y papeles viejos, encontró una pequeña lámpara.
Ella lo recogió y lo limpió con su delantal, cuando “¡POOF!” apareció el Genio.
“Te concederé tres deseos”, proclamó el genio.
La abuela pensó por un momento y dijo: “Desearía ser la mujer de 20 años más hermosa del mundo,
desearía tener más dinero del que pudiera gastar y desearía que convirtieras a mi gato en el príncipe más guapo del mundo”.
El genio asintió y después de que una enorme nube de polvo se disipara, el genio desapareció y también la lámpara.
La abuela se miró y ciertamente era hermosa.
Estaba rodeada de montones de dinero en billetes grandes.
Ella lanzó un manojo al aire y lo observó revolotear a su alrededor.
Ella se rió encantada al ver las montañas de dinero.
Luego se giró para mirar el lugar donde una vez estuvo su adorado gato.
Allí, en el lugar del felino, se encontraba un hombre alto, moreno y guapo, con rasgos cincelados, un estómago marcado, hombros anchos y un trasero de jugador de fútbol.
Ella caminó hacia él, él la rodeó con sus brazos, le rozó la mejilla con la mano, la miró profundamente a los ojos y le susurró suavemente:
—Ahora, ¿no te arrepientes de haberme desnudado?