Una anciana muy malhumorada fue arrestada por robar en un supermercado.
Ella hizo pasar un mal rato a todos, desde el gerente de la tienda hasta el guardia de seguridad y el oficial que la arrestó y se la llevó.
Se quejó y criticó a todo y a todos durante todo el proceso.
Cuando compareció ante el juez, el juez le preguntó qué había robado de la tienda.
La señora respondió desafiante: “Sólo una estúpida lata de duraznos”.
Luego el juez le preguntó por qué lo había hecho.
Ella respondió: “Tenía hambre y olvidé llevar dinero en efectivo a la tienda”.
El juez preguntó cuántos trozos de melocotón había en la lata.
Ella respondió en tono desagradable: “¡Nueve! ¿Pero por qué te importa eso?
El juez respondió pacientemente: “Bueno, señora, porque le voy a dar nueve días de cárcel, un día por cada melocotón”.
Cuando el juez estaba a punto de dejar caer el mazo, el sufrido marido de la dama levantó lentamente la mano y le preguntó si podía hablar.
El juez dijo: “Sí señor, ¿qué tiene que agregar?”.
El marido dijo dócilmente: “Señoría, ella también robó una lata de guisantes”.