Se pasa el día de un lado para otro, disfrutando de las vistas.
Por la noche, va a cenar a un restaurante de lujo.
Mientras saborea su tequila, se da cuenta de que a la pareja de la mesa de al lado le están sirviendo un plato muy bien decorado con dos albóndigas gigantes en el centro.
Cuando el camarero le pide su pedido, el hombre le pregunta por el plato de albóndigas.
El camarero le responde: “¡Ah, señor, tiene usted un gusto excelente! Esos se llaman ‘Cojones de Toro’ – testículos de toro de la corrida de esta mañana. Una auténtica delicia”.
El tejano dijo: “Bueno, qué diablos, tráigame un pedido”.
El camarero respondió: “Lo siento mucho, señor. Sólo hay una ración al día porque sólo hay una corrida de toros cada mañana”.
“Si viene mañana temprano y hace su pedido, nos aseguraremos de guardarle este manjar”.
A la mañana siguiente, el hombre volvió, hizo su pedido y esa noche le sirvieron el único manjar especial del día.
Tras probar unos bocados y examinar el plato, llamó al camarero y le dijo,
“Están deliciosos, pero son mucho, mucho más pequeños que los que le vi servir ayer…”.
El camarero se encogió de hombros y contestó,
“Sí, señor. A veces gana el toro”.